miércoles, 10 de diciembre de 2008

(Ficción de aficionados)

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-¡Papá! ¡Papá!
-¿Qué pasa hijo?
-Da la luz. Mira, acabo de soñar que era una gaviota. Volaba y volaba, y he visto cosas maravillosas. He llegado a una montaña nevada y me he posado en la nieve.
-Bien hijo, pero tienes que dormir, solo ha sido un sueño.
-¿Cómo que solo ha sido un sueño? Te estoy diciendo que era una gaviota, y he volado por encima de valles profundísimos, y podía elevarme muy alto.
-Está bien hijo, pero era un sueño. Me alegro de que te haya gustado, pero ahora ya ha pasado y tienes que seguir durmiendo.
-¿No lo entiendes papá? Te estoy diciendo que era una gaviota, ¿no lo entiendes?, yo era la gaviota. Arranqué el vuelo junto a un puerto pesquero y me alcé por encima de valles y montañas hasta llegar a la fria nieve. Te estoy diciendo que yo era una gaviota de verdad, ¡y sentía el frio en mis patas!
-No hijo, era solo un sueño. Tú eres un niño pequeño que está aqui, y que tiene que dormirse.
-No papá, eso no puede ser verdad. Aqui lo que había era el cuerpo de un niño con los ojos cerrados y tumbado de cualquier forma. Pero yo, papá, lo que soy yo era una gaviota. Era mucho más esa gaviota que ese niño tumbado en la cama. ¡La diferencia es gigante! ¿Cómo no te das cuenta? Yo apenas notaba el roce de las sábanas, pero sentía perfectamente el viento, y el frio de la nieve.
-Bueno hijo, pero ya pasó. Ahora tranquilizate y duerme. Buenas noches hijo.
-No, no tienes ni idea papá, no tienes ni idea...

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