martes, 20 de enero de 2009

(Ficción de aficionados)

.

Cerré el paraguas y me dispuse a mojarme. La lluvia caía sobre una ciudad vacía de gente pero llena de coches. El agua empezaba a resbalar por mi cara cuando noté que sonreía como un idiota. Me gustaba estar ahí, mojado, divertido. Mi mirada se perdía en la profundidad de la avenida y me dejé embriagar por ese momento. Era precioso ver como la lluvía simplemente caía, despreocupada, revoloteaba sobre los charcos cuya paz quebraba, revoltosa y segura de sí misma.
Me mantuve suspendido de ese hilo de seda hasta que me dí de lleno contra la realidad. La realidad de que había crecido demasiado, de que todo había cambiado más rapido de lo que yo podia controlar. Lo que antes deseaba con todas mis fuerzas ahora me daba vergüenza. Y me sentí terriblemente pequeño y angustiado. Intenté reprimir aquello que me oprimía muy dentro abriendo de nuevo el paraguas. Pero no pude cobijarme de la gran verdad que me asaltaba, la certeza de que siempre siempre siempre, acaba lloviendo sobre mojado.
.

martes, 13 de enero de 2009

(Basado en hechos reales)

.

¿Nunca han pensado en ponerse a prueba? Buscar sus límites, llegar a umbrales poco comunes (no hablo de dolor ni de placer). Conocer el molde del que estamos hechos debería ser uno de nuestros afanes.
Es que resulta que ultimamente me intriga saber hasta donde puedo llegar, en situaciones de esas que se ven en la tele, ya saben, como viajar solo o hacerse vegetariano. Me gustaría saber hasta donde puedo llegar, supongo que porque creo que lejos. De ser así tendré el problema de seguir buscando nuevos retos, y la idea me pone cachondo de alguna forma.
Hoy he decidido hacer algo, probarme, explorarme y crecer un poquito más allá de lo que se puede crecer atrapado en los Bilbados. Aunque de momento no sé si me atreveré. Solamente espero que sí.

Lista de cosas que llevar en la mochila:
Una brújula.
Una novela.
Un libro de poesía.
El iPod cargadito.
Un bloc de notas.
Una cámara de fotos desechable.
Papel de fumar.
...


.

domingo, 4 de enero de 2009

(Basado en hechos reales)

.

Odio los rostros normales que antes no lo eran. Odio mucho más los rostros que antes eran normales, y que ahora me dan náuseas cuando los miro. Todo es liviano, simplemente gracioso, tristemente divertido cuando el tiempo pasa rápido. Es todo extremadamente distinto, poco importante, cuando no estoy colocado. Lo único que se mantiene congelado es el olor, solamente eso.
Colocado. Colocado lo simple se desecha, lo importante se magnifica. Yo me magnifico y me fundo con el resto de cosas que crecidas, me rodean, me integran en ese momento, y me hacen seguir deseando colocarme.
Adoro jugar con el límite en el que dan igual la droga, la dosis y muchas otras cosas. Será porque siempre me quedo de este lado, en el que la percepción solo se difumina, se altera de manera divertida y potente; y en el que los orgasmos son tan largos...
Podría seguir escribiendo, pero hace unas horas que estoy sobrio y me apetece colocarme.

.