viernes, 18 de diciembre de 2015

(Ficción de aficionados)

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No quiero volver a verte. Porque me dueles. Me gustas y me dueles, y sé que podrías dolerme todavía más. Porque cuando entro en tu burbuja todo es idílico, pero cuando salgo el aire que respiro quema en mi garganta.

Tengo miedo y me duele. Me duele el miedo a no volver a verte y que nunca nos vayamos de viaje juntos. Pero, no sé explicarlo, también me duele el quedarme contigo.

No quiero tomarme un café, asomándome a tus ojos, con la duda de si en el fondo morías de ganas por asomarte a los míos. O estas deseando terminarlo porque has quedado con alguien que sí es alguien en tú vida. No tengo miedo de esos álguienes, si sé que todos los días me echas 5 segundos de menos.

Te tengo miedo a ti, desbocada. Y tengo mucho más miedo a, sin darme cuenta, descubrirme un día intentando domarte. Tengo aún más miedo a conseguirlo aunque sea un poco, porque eso sí que no me lo perdonaría...

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jueves, 10 de diciembre de 2015

(Basado en hechos reales)

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Ha llovido y la tierra se ha secado.

La espada del tiempo hace ya mucho que mató la ira.

Ya no busco tu cara entre la gente.

Ya no hablo de ti en las comidas.

Mis amigos han olvidado tu nombre.

Mis recuerdos ya son solo sonrisas.

Ha sido duro y aún así echo de menos

necesitar de canciones que me alegren el día.

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(Ficción de aficionados)

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Estábamos en tu habitación, en tu cama. Mi brazo por debajo de tu nuca y mi mano apoyada en tu pecho desnudo. Mi mirada hacia el techo, volaba a veces a la postal de Barcelona de noche y a tu dibujo de un vestido rojo.

Nuestras piernas estaban entrelazadas. A ratos nuestros pies se frotaban porque yo los frotaba. No me acordaba de que no me querías y era del todo intencionado.

Hablábamos de nuestras vidas y de mil otras que quizás no vivamos nunca. Cuando te sacaba una carcajada te miraba a los ojos como quien recoge un premio. Mi boca, por lo demás, a la altura de tu frente, te besaba a escondidas.

Te abarqué con el brazo con el que hasta ahora gesticulaba y durante un rato nos quedamos en silencio. Fue entonces cuando tú, entre mis brazos, sin darte cuenta, en un gesto que yo interpreté de amor, te quedaste dormida.


Al despertar, como si sospechases algo, me confirmaste que no me querías. 
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