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Bilbao, oscuro, invierno, humedad.
En cuarenta minutos pasamos de "cerrado por vacaciones" a "pasa, te levanto la persiana". Tan inocente como la no existencia, inocentemente ¿por qué no? empezó a existir.
Dentro había calidez -no parecía un local cerrado-. En el mostrador, que ni mota de polvo, se exponían las miradas profundas, el producto estrella. Las sonrisas estaban en el expositor más alto, intercaladas con algunas carcajadas. Todo un perchero lleno de abrazos. Tenían besos y orgasmos en oferta.
Se cogió un poco de esto y aquello y se pagó con promesas.
- ¿Envolvéis para regalo? Es para una versión de mí mismo que hace mucho que no veo.
- Claro. -sonriendo.
Quedé tan satisfecho que quise pasarme de nuevo. Oh mi tristeza al ver en la persiana bajada un cartel:
Así que me fui a Madrid a esperar el verano.
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