domingo, 5 de octubre de 2008

(Ficción de aficionados)

.

Pasaron toda la tarde riendo y bromeando. Pasearon por el parque. Comieron un helado y él aprovechó para golpearle la mano y que ella se manchase la nariz de chocolate. Volvieron a reir. Un balón perdido cayó cerca y él jugueteó un rato hasta que ella le reocordó que tenían que irse. Él la tiró de una coleta cuando recuperaba su paso y salió corriendo. Ella le persiguió.

Al poco llegaron hasta el quiosco de chucherías de la calle de la estación. Él compró para ella una bolsa de ositos, sus preferidos. Ella compró para el una bolsa de lacasitos, sus favoritos. Comiendo poco a poco llegaron hasta la esquina de la calle del Carmen donde siempre se despedían. Se dieron un abrazo y despues se produjo un silencio mitad incomodo, mitad necesario.

El primero en hablar fue él:

-Lo peor de que hayan pasado veinte años no es el tiempo en sí, sino que ahora todo es asquerosamente distinto.

Ella le miró con expresión comprensiva y volvieron a darse una abrazo. Este más largo y fuerte.

Ella se fue por la calle del Carmen y al poco comenzó a llorar. Él, absorto en tristes pensamientos, siguió caminando muy despacio junto a la estación. Al encontrarse con la primera papelera sacó los lacasitos que le quedaban en el bolsillo, los miró por última vez y los arrojó dentro.

No hay comentarios: