martes, 12 de mayo de 2009

(Ficción de aficionados)

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-¿Y qué hay de su honor, señorita?
-¿Honor? Qué dices idiota. Perdí el honor hace demasiado tiempo. Es un lujo para otro tipo de gente, yo no quiero honor. Es igual que lo quisiese, puedo permitirme otras cosas, pero eso esta muy bien fuera de mi alcance.
-Pero podría trabajar de otra cosa: limpiando escaleras, o cuidando niños.
-No te enteras de nada, ¿a quién puede gustarle cuidar los niños de otro? A mí no, desde luego. Además, que limpiando escaleras se gana una miseria. Y ya que voy a tener una vida de mierda prefiero ir una vez al mes a comprarme trapitos a Milán y tomarme buenos capuccinos. A ver que limpiaescaleras puede permitirse eso.
- Permítame señorita, pero no lo entiendo.
- Chaval, no tienes que entender nada. A los hombres les gusta mi cuerpo. Y doy gracias a dios todos los días por tener un buen par de tetas y un culo prieto a mis 35 años. A algunos les gusta que les insulte mientras se corren, a otros que les de azotes en el trasero. Para mí son todos unos bichos raros. Eso sí, limpios, más les vale, sino no hay trato que valga. Y por lo que a mi respecta puedo repasar la lista de la compra de mientras, incluso cerrar los ojos alguna que otra vez y disfrutar un poco. Me gusta el sueldo y me gusta el horario. ¿Qué más puedo pedir? Aprovecharé mientras dure todo en su sitio, que mis buenas horas de gimnasio me cuesta.
- De acuerdo... entonces ¿cuánto sería follar solamente?
- 120, por adelantado, y tienes media hora. Hace mucho que no tengo un cliente tan joven, si no follas mal quizás te haga una rebajilla la proxima vez. Coge un condón de ese cajón y dime donde quieres que empiece.
- Arriba, por lo que me va a costar prefiero que empieces arriba.
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